Por: Luis Christian Rivas Salazar
Hace buen tiempo atrás, junto con mi contadora, quien tiene el bello nombre de una flor, hemos estado discutiendo sobre lo inflexible que se ha ido poniendo la administración tributaria con los contribuyentes.
Coincidimos en varios aspectos, ella por su profesión y yo por mis ideas, que la administración tributaria de un gobierno populista, llámese Estado benefactor, paternalista, subsidiario o empresario, necesita recaudar tributos de manera proporcional a las promesas ofrecidas al pueblo, es decir, mientras más promesas se realicen más dinero se tendrá que recaudar.
Parece ser también, que estos gobiernos que propugnan la justicia social, la solidaridad, el altruismo, son los menos compasivos en la hora de exigir el pago de tributos a los contribuyentes. No por nada este año bisiesto se dejo al olvido el tradicional "condonazo".
En este afán, la administración tributaria, se convirtió en una suerte de agencia de déspotas de bolsillo, definición acertada que dio Popper a algunos burócratas. Viéndolo de esta manera, muchas personas, consideran que el Estado es su enemigo, ya que toda la administración tributaria, sea nacional, departamental, municipal que cobra impuestos, tasas, patentes o cualquier tipo de carga tributaria, lo único que hace es robarle las míseras ganancias.
La realidad nos demuestra lo difícil que se ha puesto la situación económica, no hay pan, harina, manteca, gas licuado, los materiales de construcción están con precios muy altos y el gobierno, invierte en campañas multimillonarias, como se realizan gastos en consultas permanentes.
Mientras que la difusión de las políticas del gobierno, mediante la Dirección Nacional de Comunicación (Dinacom), según Gastón Núñez, su ex director, gasta "entre seis y ocho millones de bolivianos por año" (entre 800.000 y un millón de dólares) en publicidad para difundir la gestión gubernamental; como la Representación Presidencial para la Asamblea Constituyente (REPAC), según su director Juan Carlos Pinto, recibió un presupuesto de 9,8 millones de bolivianos, la mayor parte de esos recursos destinados a la difusión de la reforma constitucional. Claro que a estos gastos tenemos que sumar, las contribuciones nacionales como extranjeras. Como el programa financiado por Venezuela: "Bolivia cambia. Evo Cumple", cuyos gastos no son de conocimiento de los congresales, tan solo del Ministro Ramón Quintana, cuando por ley (Art. 66, num. 3 de la C.P.E.), el senado boliviano es la única instancia que autoriza la admisión de emolumentos de gobierno extranjero.
Si uno se pone a pensar en lo injusto que representa contribuir para multimillonarias campañas políticas gubernamentales o prefecturales, onerosos sueldos y excesiva cantidad de burócratas, etc., termina pensando seriamente en proponer públicamente, no pagar más impuestos como medida de resistencia civil. Al final de cuentas el robo es un robo, y no queda legitimado porque una organización de ladrones decida llamarlo "tributos", como bien diría M. Rothbard.
Este gobierno esta tan pesado, que el peso del Estado está empezando a recaer sobre el mismo pueblo. Cada vez son más frecuentes los edictos de la administración tributaria, amenazando con embargos y remates de bienes muebles e inmuebles de personas que ejercían o iniciaban una actividad comercial, héroes que perecen en un país donde no existe seguridad jurídica, ni mucho menos condiciones para ejercer ninguna actividad privada sin que el Estado este asechando con controles, barreras, regulaciones, etc.
El individuo contra el Estado, así lo puso Herbert Spencer, de esta confrontación casi siempre sale mal parado el primero. En los procesos administrativos o judiciales de cobro de tributos, siempre saldrá perdiendo el individuo, un juez percibe su sueldo del Estado, y, este no pierde por que es juez y parte.
El individuo tendrá que pensarlo dos veces antes de apoyar con sus recursos, campañas, propagandas y consultas, a las cuales no apoya; dichos recursos estarían mejor destinados para cubrir las necesidades básicas de la persona y su familia, ahorro, inversión, placeres. No por nada, Albert Einstein alguna vez dijo: "Lo más difícil de entender del mundo es el impuesto sobre la renta".
Por todas estas razones, el Estado debe achicarse y no crecer, tal como pretende el gobierno: alumbrar un Pantagruel de apetito voraz, vía proyecto constitucional, que coma y recaude exageradamente para digerir y expulsar, cantidades y cantidades de desperdicios políticos.
Pero hay maneras creativas de tratar de esquivar al depredador, por ejemplo, Milton y Rose Friedman en Libertad de elegir, citaban un artículo aparecido en el Wall Street Journal de Melvyn B. Krauss relativo a "La revuelta fiscal sueca", que dice: "la revolución sueca contra los impuestos más altos de todo Occidente se basa en la iniciativa individual. En ves de confiar en los políticos, los ciudadanos suecos de a pie han tomado las cosas en sus propias manos, y simplemente se niegan a pagar. Los suecos evitan el pago de los impuestos haciendo las cosas por si mismos… El trueque es otro método utilizado por los suecos para hacer frente a unos impuestos elevados". Evidentemente, entre un dentista y un abogado pueden ofrecerse servicios mutuamente, así se ahorran dos gravámenes: el del impuesto sobre la renta y el que se aplica sobre los honorarios pagados al abogado.
Los suecos se dieron cuenta que su Estado de bienestar los atosigaba, saturaba y les exigía contribuir por el pago de servicios públicos, que pueden ser mejor realizados por la empresa privada a un menor costo y con mayor calidad.
En Bolivia, mientras no exista una ley de control del gasto fiscal, parece irresponsable e ingenuo seguir contribuyendo para propio perjuicio.
Coincidimos en varios aspectos, ella por su profesión y yo por mis ideas, que la administración tributaria de un gobierno populista, llámese Estado benefactor, paternalista, subsidiario o empresario, necesita recaudar tributos de manera proporcional a las promesas ofrecidas al pueblo, es decir, mientras más promesas se realicen más dinero se tendrá que recaudar.
Parece ser también, que estos gobiernos que propugnan la justicia social, la solidaridad, el altruismo, son los menos compasivos en la hora de exigir el pago de tributos a los contribuyentes. No por nada este año bisiesto se dejo al olvido el tradicional "condonazo".
En este afán, la administración tributaria, se convirtió en una suerte de agencia de déspotas de bolsillo, definición acertada que dio Popper a algunos burócratas. Viéndolo de esta manera, muchas personas, consideran que el Estado es su enemigo, ya que toda la administración tributaria, sea nacional, departamental, municipal que cobra impuestos, tasas, patentes o cualquier tipo de carga tributaria, lo único que hace es robarle las míseras ganancias.
La realidad nos demuestra lo difícil que se ha puesto la situación económica, no hay pan, harina, manteca, gas licuado, los materiales de construcción están con precios muy altos y el gobierno, invierte en campañas multimillonarias, como se realizan gastos en consultas permanentes.
Mientras que la difusión de las políticas del gobierno, mediante la Dirección Nacional de Comunicación (Dinacom), según Gastón Núñez, su ex director, gasta "entre seis y ocho millones de bolivianos por año" (entre 800.000 y un millón de dólares) en publicidad para difundir la gestión gubernamental; como la Representación Presidencial para la Asamblea Constituyente (REPAC), según su director Juan Carlos Pinto, recibió un presupuesto de 9,8 millones de bolivianos, la mayor parte de esos recursos destinados a la difusión de la reforma constitucional. Claro que a estos gastos tenemos que sumar, las contribuciones nacionales como extranjeras. Como el programa financiado por Venezuela: "Bolivia cambia. Evo Cumple", cuyos gastos no son de conocimiento de los congresales, tan solo del Ministro Ramón Quintana, cuando por ley (Art. 66, num. 3 de la C.P.E.), el senado boliviano es la única instancia que autoriza la admisión de emolumentos de gobierno extranjero.
Si uno se pone a pensar en lo injusto que representa contribuir para multimillonarias campañas políticas gubernamentales o prefecturales, onerosos sueldos y excesiva cantidad de burócratas, etc., termina pensando seriamente en proponer públicamente, no pagar más impuestos como medida de resistencia civil. Al final de cuentas el robo es un robo, y no queda legitimado porque una organización de ladrones decida llamarlo "tributos", como bien diría M. Rothbard.
Este gobierno esta tan pesado, que el peso del Estado está empezando a recaer sobre el mismo pueblo. Cada vez son más frecuentes los edictos de la administración tributaria, amenazando con embargos y remates de bienes muebles e inmuebles de personas que ejercían o iniciaban una actividad comercial, héroes que perecen en un país donde no existe seguridad jurídica, ni mucho menos condiciones para ejercer ninguna actividad privada sin que el Estado este asechando con controles, barreras, regulaciones, etc.
El individuo contra el Estado, así lo puso Herbert Spencer, de esta confrontación casi siempre sale mal parado el primero. En los procesos administrativos o judiciales de cobro de tributos, siempre saldrá perdiendo el individuo, un juez percibe su sueldo del Estado, y, este no pierde por que es juez y parte.
El individuo tendrá que pensarlo dos veces antes de apoyar con sus recursos, campañas, propagandas y consultas, a las cuales no apoya; dichos recursos estarían mejor destinados para cubrir las necesidades básicas de la persona y su familia, ahorro, inversión, placeres. No por nada, Albert Einstein alguna vez dijo: "Lo más difícil de entender del mundo es el impuesto sobre la renta".
Por todas estas razones, el Estado debe achicarse y no crecer, tal como pretende el gobierno: alumbrar un Pantagruel de apetito voraz, vía proyecto constitucional, que coma y recaude exageradamente para digerir y expulsar, cantidades y cantidades de desperdicios políticos.
Pero hay maneras creativas de tratar de esquivar al depredador, por ejemplo, Milton y Rose Friedman en Libertad de elegir, citaban un artículo aparecido en el Wall Street Journal de Melvyn B. Krauss relativo a "La revuelta fiscal sueca", que dice: "la revolución sueca contra los impuestos más altos de todo Occidente se basa en la iniciativa individual. En ves de confiar en los políticos, los ciudadanos suecos de a pie han tomado las cosas en sus propias manos, y simplemente se niegan a pagar. Los suecos evitan el pago de los impuestos haciendo las cosas por si mismos… El trueque es otro método utilizado por los suecos para hacer frente a unos impuestos elevados". Evidentemente, entre un dentista y un abogado pueden ofrecerse servicios mutuamente, así se ahorran dos gravámenes: el del impuesto sobre la renta y el que se aplica sobre los honorarios pagados al abogado.
Los suecos se dieron cuenta que su Estado de bienestar los atosigaba, saturaba y les exigía contribuir por el pago de servicios públicos, que pueden ser mejor realizados por la empresa privada a un menor costo y con mayor calidad.
En Bolivia, mientras no exista una ley de control del gasto fiscal, parece irresponsable e ingenuo seguir contribuyendo para propio perjuicio.
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